martes, abril 29, 2008

 


EL ATEISMO (6 DE 12)
El segundo argumento es igualmente negativo, pero menos empírico, si se puede decir así, que teórico. Para el pensamiento, la verdadera fuerza del concepto de Dios es la posibildad de explicar, a través de él, el mundo, la vida, el pensamiento mismo... Pero ¿de qué vale esta explicación, si Dios, en caso de que exista, es inexplicable por definición? No niego que la religión sea una creencia posible. Y es obvio que es respetable. Pero yo pregunto por su contenido racional. ¿Qué es una religión, sino una doctrina que explica algo que no se comprende (la existencia del universo, de la vida, del pensamiento) por medio de algo que todavía se comprende menos (Dios)? ¿Y qué validez puede tener, desde un punto de vista racional, esta explicación? Es "el asilo de la ignorancia", como decía Spinoza, y temo que esto también valga para su Dios. "Dios, sustancia constituida por una infinitud de atributos, de los que cada cual expresa una esencia eterna e infinita, existe necesariamente". Esto es lo que leemos en la Ética. Pero ¿qué sabemos nosotros de un Dios así y de esa infinitud de atributos infinitos? Nada, excepto aquello que se nos parece o nos atraviesa (la extensión, el pensamiento), y que no es Dios. Pero entonces ¿por qué creer en él? Aquí es Freud quien tiene razón: "La ignorancia es la ignorancia; de ella no puede derivarse ningún derecho a creer algo". O más bien se tiene derecho a creer, pero esto no puede tomarse por un conocimiento. En honor del pirronismo. La ignorancia no puede justificar ningún tipo de fe, ni la razón, tratándose de Dios, puede suprimir la ignorancia.
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía

domingo, abril 27, 2008

 

Curiosidades musicales


Ut queant laxis es el primer verso del Himno a San Juan Bautista, escrito por el historiador lombardo Paulus Diaconus, en el siglo VIII.

De las primeras sílabas de los versos de este himno se toma el nombre las notas musicales de la notación latina moderna, hecho realizado por Guido D´Arezzo en el sigloXI. El Do debería corresponder a Ut, pero se cambió para facilitar el solfeo. Probablemente Do tenga su origen en Dominus. El "Do" fue creado por un francés.

Estos son el el texto y su traducción:

Ut queant laxis-- Para que puedan

Resonare fibris-- Con toda su voz

Mira gestorum-- Cantar tus maravillosas

Famuli tuorum-- Hazañas éstos tus siervos,

Solve polluti-- Deshaz el regato de

Labii reatum-- Nuestros manchados labios,

Sancte Ioannes-- ¡Oh, bendito San Juan!

jueves, abril 24, 2008

 


EL ATEISMO (5 DE 12)

En segundo lugar, porque siempre hay menos libertad en la ignorancia que en el saber. ¿Deberíamos renunciar a educar a nuestros hijos para respetar su libertad? Todo enseñante hace la apuesta contraria, y todos los padres, a saber: ¡los jóvenes serán tanto más libres cuanto más cosas sepan! La ignorancia nunca es libre; el conocimiento nunca es servil.
Finalmente, y sobre todo, porque el argumento me parece incompatible con la imagen, actualmente imperante, de un Dios Padre. Evidentemente, es deseable que yo respete la libertad de mis hijos, pero su libertad consiste en amarme o no, en obedecerme o no, en respetarme o no, lo que implica... ¡Que ellos sepan al menos que existo! ¿Qué clase de padre sería aquel que, para respetar la libertad de sus hijo, rechazara vivir con ellos, acompañarlos y hasta darse a conocer? ¿La Revelación? Pero ¿qué padre se contentaría, para educar a sus hijos, con una palabra dirigida a otros, muertos haya ya siglos, y que únicamente se la transmitirían unos textos ambiguos o dudosos? ¿Qué padre remitiría a sus hijos a la lectura de sus obras escogidas, o de las de sus discípulos -¿y cuáles: la Biblia, el Corán, las Upanishads?-, en vez de hablarles directamente y abrazarles? ¡Extraño padre: extraño Dios! ¿Y hay padre más cruel que aquél que también se oculta cuando sus hijos sufren? ¿Qué clase de padre es el que se oculta ante Auschwitz o Ruanda, el que se oculta cuando sus hijos sufren o tienen miedo? El Dios oculto de Pascal o de Isaias sería un mal padre. ¿Cómo amarlo? ¿Cómo creer en él? El ateísmo formula una hipótesis más verosímil. Si no podemos ver a Dios ni comprender que se oculte, es probablemente, o sencillamente, porque no existe...
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía.

lunes, abril 21, 2008

 


Pero al acabar el mes de septiembre, Robert y Clara reciben la visita de un joven músico que porta la carta introductoria del destacado maestro e ilustre violinista Joseph Joachim. Schumann lo contaría en un célebre artículo, Neue Bahnen (Nuevos senderos), publicado el 28 de octubre en la Neue Zeitschrift für Musik de Leipzig .
En esa tardía colaboración, dice entre otras cosas:
“Me he sentido a veces tentado a hablar claramente, a pesar de mi agotadora actividad creativa. Ha surgido un número importante de grandes talentos entre tanto; una nueva fuerza musical parece haber estado anunciándose, como se ha visto al surgir tantos artistas jóvenes, pese a que sus obras hayan sido conocidas en el ámbito reducido de un pequeño círculo. Siguiendo sus progresos con el mayor interés, presentía yo que cualquier día, de pronto, podría aparecer un ser único que diese expresión a nuestra época del modo más alto e ideal, un hombre que alcanzase el magisterio no poco a poco, sino de golpe, como Minerva saliera totalmente armada de la cabeza de Júpiter. Y ahora aquí, está él, una joven criatura junto a cuya cuna montaron guardia Gracias y Héroes. Su nombre es Johannes Brahms. Viene de Hamburgo, donde ha estado trabajando en silenciosa oscuridad…”.

No especifica Schumann qué tocó Brahms exactamente en su casa, pero en su escrito habla de sonatas que eran sinfonías disfrazadas, pues Brahms manifestaba una desusada riqueza armónica y un raro poderío como ejecutante. El matrimonio Schumann se sintió transportado a regiones maravillosas. Se supone que Brahms tocó la Sonata núm. 1 en Do mayor, Op. 1 y tal vez el Scherzo op. 4 o la Sonata en Fa sostenido menor, Op. 2 . En cualquier caso, Schumann demostró lucidez y agudeza al captar en toda su magnitud el genio de Brahms.
Johannes Brahms. Sinfonía nº 3 en Fa M. op.90

sábado, abril 19, 2008

 


EL ATEISMO (4 DE 12)

¿Por qué? Aquí no hay demostración, y en este sentido normalmente los ateos han sido más lúcidos que los creyentes. En la historia del ateísmo no hay ningún equivalente de las famosas y supuestas "pruebas de la existencia de Dios"... ¿Cómo demostrar lo que no existe? ¿Quién podría demostrar, por ejemplo, que Papá Noel no existe? ¿O que los fantasmas no existen? ¿Cómo demostrar, a fortiori, que Dios no existe? ¿Cómo podría nuestra razón demostrar que nada la trasciende? ¿Cómo podría refutar lo que, por definición, estaría fuera de su alcance? Esta imposibilidad, sin embargo, no nos condena a la ignorancia, ni justifica que renunciemos a pensar. No hay demostración, pero tenemos argumentos. Puesto que soy ateo, quisiera esbozar algunos.
El primero de ellos, muy simple, es puramente negativo: una fuerte razón para ser ateo es, sobre todo, la debilidad de los argumentos contrarios. Debilidad de las "pruebas", ciertamente, pero también de las experiencias. ¡Si Dios existiera, debería dejarse ver o sentir más! ¿Por qué habría de ocultarse hasta este punto? Los creyentes suelen responder que lo hace para preservar nuestra libertad: si Dios se mostrara en toda su gloria, ya no seríamos libres de creer en él o no...
Esta respuesta no me satisface. Primero porque, de ser así, nosotros seríamos más libres que Dios (¿Cómo podría, el pobre, dudar de su propia existencia?) o que algunos de sus profetas (que supuestamente lo conocieron en persona), algo difícilmente concebible filosófica y teológicamente.
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía.

domingo, abril 13, 2008

 

NOSTALGIA ENTRE LIBROS


Si un día me ves abatido
Por proyectiles injustos.
Si me ves caer fusilado
En un aullido ronco,
Junto a tu cama,
No quiero que ninguna congoja
Te socave la risa.
Que ningún abeto de otoño
Te cause fractura.

Deja que lloren los sauces
Y ríe como ríen los ríos.
Sólo así sostendré
La argamasa precaria,
El latido suficiente,
El helado hálito
Que me acompaña.

Ahora nada me agrede
Y casi todo me agrada.
Han dormido las armas
En los armarios
E incluso, es posible,
Que haya pactado
Una tregua indefinida,
Un convenio colectivo
Satisfactorio para ambas partes:
Tú no te me llevas
Y yo no te abrumo a razones.

Así es y así sea,
Por los sigilos de los siglos
Y el resto que nos queda,
Okay.


Ignacio Bengoa

sábado, abril 12, 2008

 


EL ATEISMO (3 DE 12)

Pero esto, que constituye la fuerza del agnosticismo, es también su debilidad. Si ser agnóstico fuera simplemente no saber si Dios existe, todos nosotros deberíamos ser agnósticos -pues ninguno de nosotros disponemos de un saber sobre este punto-. En este sentido, el agnosticismo no sería tanto una posición filosófica cuanto un hecho, parte de la condición humana. Si te encuentras a alguien que te dice: "Sé que Dios no existe", no tienes delante de ti a un ateo, sino a un imbecil. Digamos que es un imbécil que toma su falta de fe por un saber. Asimismo, si te encuentras a alguien que te dice: "Sé que Dios existe", tienes delante de ti un imbécil que tiene fe. La verdad, insisto, es que sobre este punto no disponemos de un saber. Creencia y no creencia carecen de demostración, y es esto lo que las define: cuando hay saber, ya no es posible creer o no creer. El agnóstico pierde en comprensión, como dicen los lógicos, lo que gana en extensión. Pero si todos compartimos este rasgo, ¿para qué apelar a él?.
El agnosticismo sólo se torna filosóficamente relevante cuando, también él, va más allá de la simple afirmación de su ignorancia: cuando afirma que esta afirmación basta o es mejor que las demás. Elige no elegir. Por contraposición, esto expresa bastante bien lo que es el ateísmo: una elección, que puede ser negativa (no creer en Dios) o positiva (creer que Dios no existe), pero que supone siempre un posicionamiento, un compromiso, una respuesta -mientras que el agnosticismo, ésta es su grandeza y su limitación, se queda en la pregunta y la deja abiera.
El agnóstico no toma partido. El ateo, sí: toma partido contra Dios, o más bien contra se existencia.
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía

jueves, abril 10, 2008

 


" Berlín, 15 de diciembre de 1901.

Tú misma, Alma, sabes lo que te está pasando por muy joven que seas y puedes comprenderme cuando te digo que siento, con todo el anhelo de mi corazón y de mi vida, una dicha extraordinaria, diciendo: amo por primera vez, pero todavía no he podido perder el temor y la preocupación de que un sueño tan maravilloso y grandioso pudiera desvanecerse. Y no puedo esperar el momento en el que aprenda de tu boca y de tus ojos, aquella gran seguridad y profunda conciencia que me revelaba que el navío de mi vida se había salvado de todas las tempestades del mar y había entrado en el puerto patrio. Siento que en nuestra última entrevista nos hemos acercado enormemente y a pesar de la aparente separación estamos ahora realmente unidos."

A comienzos de 1902, tras un paseo nocturno por las calles nevadas de Viena, Alma y Gustav, por acuerdo tácito, llegaron hasta la casa de ella. "Allí me besó -cuenta Alma en sus memorias- y hablamos de un rápido matrimonio".

La boda tuvo lugar el 7 de marzo de 1902 en la espléndida iglesia barroca de San Carlos. "Llovía mucho -dejo escrito Alma-".

La actividad de Mahler a partir de la época de su matrimonio de multiplica, revistiendo una gran importancia su labor en el campo compositivo. En 1902 terminó la Quinta Sinfonía, una de sus obras más acabadas.

Andrés Ruiz Tarazona. Gustav Mahler, el cantor de la decadencia

Gustav Mahler. Sinfonía nº 5 en do # menor


martes, abril 08, 2008

 


EL ATEISMO (2 de 12)

¿Y el agnóstico?. Es aquel que se niega a elegir, situándose así muy cerca de lo que he denominado ateísmo negativo, pero estando más abierto, y éste es su rasgo distintivo, a la posibilidad de Dios: se trata de una especie de centrismo metafísico, o de un escepticismo religioso. El agnóstico no toma partido. No se pronuncia. No es ni creyente ni no creyente: deja abierto el problema. Para esto cuenta con excelentes razones. Dado que no sabe si Dios existe (si se supiera, ya no se plantearía el problema), ¿por qué se habría que pronunciarse sobre su existencia? ¿ por qué se habría de afirmar o negar lo que se ignora? También en este caso, la etimología es esclarecedora. Agnôstos, en griego, es lo desconocido o lo incognoscible. En materia de religión, el agnóstico es quien ignora si Dios existe o no, y quien se queda en esta ignorancia. ¿Cómo reprochárselo? La humildad parece estar de su lado. La lucidez, también. Así, en esta célebre frase de Protágoras:" Sobre los dioses, no puedo decir nada, ni que existen, ni que no existen. Demasiadas cosas impiden saberlo: en primer lugar, la oscuridad de la cuestión; en segundo lugar, la brevedad de la vida humana". Posición respetable, obviamente, y que incluso parece ser de sentido común. Esta posición remite al creyente y al ateo al exceso que comparten: el uno y el otro dicen más de lo que saben.
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía

lunes, abril 07, 2008

 


EL ATEISMO (1 de 12)

El ateísmo es un tema filosófico singular. Es una creencia, pero negativa. Un pensamiento, pero que sólo se alimenta de la ausencia de su objeto.
Esto es lo que indica suficientemente la etimología: esta pequeña a, que expresa negación, ante el inmenso théos (dios)... Ser ateo es ser sin dios, ya porque uno se contente con no creer en ninguno, ya porque afirme la inexistencia de todos. Así, en un mundo monoteísta como el nuestro, podemos distinguir dos formas de ateísmo: no creer en Dios (ateísmo negativo) o creer que Dios no existe (ateísmo positivo o militante). Ausencia de creencia o creencia en una ausencia. Ausencia de Dios o negación de Dios.
Pero no hemos de enfatizar excesivamente la diferencia entre estos dos ateísmos. Se trata más bien de dos corrientes de un mismo río; de dos polos, pero de un mismo campo. Normalmente, todo no creyente puede situarse, dudar, fluctuar entre ambos... Pero no por ello es menos ateo. Se cree en Dios o no se cree en él: es ateo todo aquel que elige el segundo término de la alternativa.
André Comte-Sponville. Invitación a la filosofía

sábado, abril 05, 2008

 

idea profunda nº 5
Una cosa
es una cosa,
y otra cosa
es otra cosa

 
SCHUBERT (y 6)
Si Beethoven hubiera muerto a los 31 años, sólo habría podido componer una de sus nueve sinfonías que conocemos. ¿Qué habría sido de Schubert, cuál habría sido su obra, si hubiera vivido los 57 años de Beethoven o incluso los 35 de Mozart? Jamás lo sabremos. Lo que no significa que la pregunta no tenga alcance. Nos acompaña, a los que amamos a Schubert, a los que le amamos como a ningún otro músico, y es parte de nuestra vida, como una pena, como una herida íntima, como una pérdida que nos dejara sin consuelo... ¿Cómo hacer el duelo de lo que no se conoció, de lo que jamás se conocerá? Las obras que nos dejó están como nimbadas de nostalgia, de frustración, de incompletud. Hasta las más arriesgadas, las más cantantes, las más seductoras (el Octeto, el Quinteto para piano, la maravillosa Sonata para arpeggione), nos hieren al mismo tiempo que nos colman. Está ahí la sombra de la muerte, pero también otra cosa: la injusticia del destino, la escasez del amor, lo poco que somos, lo poco que podemos, que vivimos, nuestra miseria, nuestra fragilidad... Es lo que vivió Schubert, en el dolor, en la angustia, como todos nosotros, y que él canta, apenas puede, como solo él sabe hacerlo. Esclarece con ello nuestros fracasos; trivializa nuestros sufrimientos; nos reconforta a su modo. Dureza de la vida: dulzura de Schubert. Como una canción triste que sin embargo consuela, que sosiega. Hay algo de muchacha en Schubert y también algo de maternal (¿la huella quizá de una infancia feliz?) y de infinitamente dulce. Sí: la ternura. Diríase que él nos escucha, que nosotros cantamos... Entre desolación y consuelo. Entre desamparo y caricia. Se querría cerrar los ojos y llorar suavemente. Schubert nos lo permite, sin vergüenza ni piedad, y es un regalo precioso. Paz en la tierra a los que sufren: paz para todos.
No hay que escoger, por cierto, entre Mozart y Schubert, ni hay que olvidar tampoco la lección heroica de Beethoven. Pero no bastan ni la gracia ni el coraje: no somos ni héroes ni genios. Somos hombres o mujeres ordinarios, es decir, seamos francos, niños pequeños. Debimos crecer, y no se puede. Amar, y no se sabe. ¿Ser amados?. Si en realidad nos amaran, si pudiéramos ser amados, ¿acaso Schubert nos haría llorar tanto?
André Comte-Sponville. Impromptus

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