sábado, junio 30, 2007

 
La jardinera+Cristo+Buda (y 4)
¿Con qué nos quedaremos, pues, de las religiones? Ciertamente, no con la contraposición entre lo divino y lo humano, que considera a Dios por encima y fuera de la naturaleza, y que contempla a ésta como una forma inferior de la creación, que hay que condenar y purificar, castigándola. A quien se le castiga no se le convence. El asceta que se mortifica con ayunos y rezos, en el desierto o en su celda, enfrentándose a las tentaciones del demonio, no parece feliz, sino torturado; no parece una persona espiritual, sino un individuo ávido de bienes exóticos, ultraterrenos. No está claro qué conocimiento se puede obtener atormentándose a sí mismo. Si Dios es amigo del hombre, se dejará encontrar por quien le busque.
Nos quedaremos, más bien, con la inocencia y el entusiasmo de quien abre los ojos a lo inesperado y se da cuenta de que la existencia es un gran misterio. Intrigado, se lanza a un viaje para descubrirla, sin prejuicios. Por el camino aprende que todo es precioso y digno de atención en este mundo; que en el flujo ininterrumpido de la vida lo que existe es siempre, y sólo, el momento presente; que está en nuestra mano aportar belleza y amor. Estos descubrimientos llenan de gozo y de gratitud. Nos hacen sumamente alegres y sencillos. Si la vida es así de rica y fascinante -se llega a pensar-, incluso la muerte podría revelarse apasionante.
La exploración estimula la curiosidad. ¿Cuál es la fuente de todo lo que existe? ¿Hay una inteligencia divina que ha producido el mundo; y quizá detrás de ésta otra, que ha producido a la piomera; y otra más, hasta el infinito? Por mucho que se indague, por muchos instrumentos de investigación que se puedan aplicar, resulta muy dificil responder, y parece arbitrario, a la par que inútil, atribuírselo todo a un Dios creador. ¿Lo necesitamos para ser felices? No parece ser el caso: hay muchos creyentes atormentados, y muchos no creyentes contentos y serenos.
Para quien prefiera creer en un Dios externo a él, deseamos que encuentre a un Dios que respete a todos los seres humanos, y no sólo a sus fieles, porque esto puede resultar de gran ayuda para la felicidad, y no sólo para la del creyente. Los dioses irracionales, hostiles a la felicidad de todos aquellos seres humanos que no se comportan como a ellos les agrada, son peligrosos, y deshacerse de ellos es un derecho del individuo.
La ciencia de la felicidad. Francesco y Luca Cavalli-Sforza



 
El primer día de sol evaporó la humedad acumulada en la tierra por los meses de invierno y calentó los frágiles huesos de los ancianos, que pudieron pasear por los senderos ortopédicos del jardín.
Isabel Allende. De amor y de sombra

lunes, junio 25, 2007

 

Los viajes de Manolito

Todo un año guardando basuras, desperdicios, recuerdos, para ser inmolados en fuego a la noche más corta del año. Miles de hogueras dan energía así, a una noche mágica, para darle impulso a que siga creciendo poco a poco hasta llegar a su cénit en el otro solsticio, el invierno donde la nieve la enfriará hasta perder la energía justo para llegar a esta noche, noche de San Juan, noche de fuego, de llamas de los espíritus de los enseres que se elevan en un cielo estrellado y se ríen de los pobres mortales que danzan a su alrededor.
Noche de S. Juan en una quintana de Asturias

 
Que te quería,
por San Juan hizo un año
que te quería
y ahora estoy más firme, si,
morena, si,
que el primer día.

Cancionero popular asturiano

miércoles, junio 20, 2007

 

El jardín de María

Me voy a colocar las lentillas de madera, ¡ a ver si tengo suerte y acabo pronto! -que he quedado para ir al parque-, y sobre todo no pierdo ninguna, que ayer fue un desastre, se me fueron cuatro por el tragadero, con eso de que el tapón - por la mañana, siguió el mismo camino que las lentillas por la tarde- me hizo la jugada. En la tienda estaban mosqueados, cuando compré la cuarta, entre risas y caras de molestia me preguntaron si me estaba haciendo una sopa de lentillas, por supuesto no me molesté en contestar, como hoy en día no se respeta nada , una ya está acostubrada. Bueno, voy a comenzar a colocarlas, suerte y ¡hop!. Nada, sigo viendo, eso quiere decir que: o está debajo del párpado o está en el tragadero con sus amigas, o en el suelo. El caso es que siento una molestia horrible aquí arriba, voy a mirarme al espejo ¡ajá!, aquí está, en el párpado, será mejor que meta la mano y trate de ponerla en su sitio, pero no, duele mucho...y claro ¡ lo inevitable ! , estoy llorando que parezco una catarata, a ver, un poco más ¡ya la tengo!, bueno, no fue tan difícil, voy a intentar el otro ojo, éste ya lo tengo dolorido y es mejor dejarle descansar. Esta vez voy a mirarme en el espejo desde el principio, espero no hipnotizarme como la semana pasada, que si no llega a ser por la vecina que llamó al timbre, que me hizo despertar inmediatamente, aún estoy en estado catatónico. Bueno ¡ánimo! de nuevo voy a ir acercando la lentilla al ojo lentamente, así despacio, despacio ¡bien!, entró a la primera, es la primera vez que lo consigo, quizás éste sea el secreto: la lentitud, porque además de ahí viene su nombre, LENTILLA, ¡claro!, si no se llamaría rapidilla ¡qué inteligente soy! y que bien no veo ahora por el ojo iquierdo. Esto me da ánimo para intentar el derecho, y así, si me hipnotizo, sólo me dormiré de un lado. Por supuesto voy a utilizar la misma táctica, despacio, bien ¡es increible! ya está, ¿porqué no habré descubierto antes este sistema?. Lo malo de estas lentillas de madera es que noto algo de claridad, creo que han sacado ahora unas de hierro reforzado con no sé qué cosa que son maravillosas, más suaves incluso, aunque corren el riesgo de oxidarse, aunque siempre se pueden galvanizar, y lo bueno que tienen es que no pasa nada de claridad. Este invento de las lentillas para no ver es una gran cosa, ¡qué gusto da ahora salir a la calle, sin ver la basura que se almacena es las esquinas, ni pobres mendigando, ni peleas, en fin que todo son ventajas. Bueno ¡marcho! voy a coger la chaqueta para el fresco y por descontado mis tapones para no oir todas esas cosas desagradables, como son los insultos, obscenidades, el claxon de los coches ¡Ay! ¡ qué mundo tan horrible me ha tocado vivir!, menos mal que la ciencia adelanta y podemos seguir viviendo y disfrutando sin las molestias de esta civilización...

 
A través de los entornados ventanillos podía ver la claridad del amanecer;
la claridad de humo blanco de locomotora del amanecer.

Ignacio Aldecoa. Santa Olaja de acero

domingo, junio 17, 2007

 
La jardinera+Cristo+Buda (3)
Nadie en su sano juicio aceptaría de manera natural estas condiciones. Pero hay una estrategia para imponerlas: la amenaza del infierno, la promesa del paraíso, lugares descritos como remotos, a los que se accede sólo después de la muerte, pero en los que es necesario creer precisamente para hacer que existan. Dado que la vida es transitoria, se le trata como si fuera una especie de accesorio. La auténtica vida no es ésta -se dice-, sino otra que está más allá. Las mejores cosas nunca están aquí, sino, en otra parte, después de la muerte.
Creer puede dar la impresión de saber, pero no es lo mismo. Creer puede dar fuerza, pero creer en lo indemostrable facilita también la intransigencia y la intolerancia. El auténtico saber, incluida la conciencia de ser ignorantes, es la única forma de conocimiento sólida y responsable. Pero quien elige creer en algo que no sabe únicamente podrá actuar en función de lo que oye decir, basándose en la palabra de algún otro. Y si es la palabra de Dios, ¿qué diferencia hay? Quien actua es el hombre, no Dios, y no es a Dios a quien corresponde la responsabilidad de dichos actos. Jesucristo enseñaba a amar al prójimo por el valor y la dignidad de cada uno, no para eludir el infierno. Trataba el castigo y la recompensa finales como meros hechos, no como el palo y la zanahoria. Pero en el Occidente medieval, y hasta la Edad Contemporánea, infierno y paraíso han sido instrumentos de chantaje, el lobo que anenaza al rebaño de Cristo. Después, la invención del purgatorio garantizó a todo el mundo la esperanza de una colocación en ultratumba.
Infierno y paraíso no son, pues, cosas lejanas: son dimensiones cotidianas de la vida. Las vivimos aquí y ahora, y en esta existencia, independientemente de la, o las, existencias futuras. Cierta historia habla de un emperador japonés, que, a punto de partir para la guerra, deseaba recibir la bendición de un famoso mastro zen, pero no sabía cómo pedírselo (es sabido que a los maestros no les gusta la guerra). Lo invitó a acudir a la corte, pero el maestro le respondió que se encontraba muy bien donde estaba, y que no veía la necesidad de moverse."Es el sediento quien debe dirigirse al pozo", dijo. Aunque reacio, el emperador fue a su encuentro. Hemos de imaginar que acudió con gran pompa, con gran empaque y seguido de su corte. Pero, al hallarse ante el maestro, se sintió turbado y no sabiá muy bien que decir. Finalmente le dijo: "Quisiera que me explicaras qué es el infierno, y qué es el paraíso".
"¡Eres un necio!", exclamó el maestro, haciendo enfurecer al emperador, que desenvainó la espada para cortarle la cabeza. "¡He aquí el infierno!", dijo el maestro. El emperador comprendió que había contestado a su pregunta. Lentamente, volvió a envainar la espada. "He aquí el paraíso", concluyó el maestro.
(continuará)
La ciencia de la felicidad. Francesco y Luca Cavalli-Sforza.

 
"...Ah, cuán pocos le siguen! Pero el destino
que de nosotros nada dice, para él se exalta
y como un canto lo arrastra en la tormenta
de su mundo ruidoso. Porque a nadie escucho
como a él. De pronto me atraviesa con el aire
torrencial, ese sonido lleno de tinieblas.."

R. M. Rilke. Sexta Elegía

miércoles, junio 13, 2007

 
Los viajes de Manolito

La reconocí por el hoyuelo. Yo estaba sentado junto a la ventanilla y desde la estación de Atocha me había entretenido en mirar el paisaje, aislado voluntariamente del mundo con los auriculares puestos en las orejas, aunque fuera al precio de escuchar canciones insufribles, de esas que abusan de los violines y que John Lennon llamaba muzak para insultar a Paul MacCartney. Cuando voy en tren parezco un mudo, me molesta hablar con desconocidos, porque las conversaciones que se suelen establecer son siempre insulsas y se nota demasiado que sólo sirven para pasar el tiempo. No me gusta el fútbol, ni hablar del gobierno, ni de la corrupción, y ésos suelen ser los temas preferidos de la clientela que elige la RENFE como medio de transporte. Pero, además, aquella mañana el asiento vecino al mío había permanecido sin ocupar desde que salimos de Madrid.

Manuel Talens. Rueda del Tiempo.

Viaje Madrid-Pamplona



 
La producción de leche de las vacas
que escuchan música sinfónica
aumenta en un 7,5%

Universidad de Madison, Wisconsin.

jueves, junio 07, 2007

 
El hombre es sagrado para el hombre.

Séneca

 

NOSTALGIA ENTRE LIBROS
Eres el sol que alumbra mi universo.
Eres la luz que embriaga mis sentidos.
Eres la sombra fresca del estío.
Eres la calidez de los inviernos.
Eres toda la musa de mis versos.
Eres el ciego amor de mis delirios.
Eres de mis miradas el hechizo.
Eres la poesía de mis sueños.
Eres el agua que ávido yo bebo.
Eres el pan que como hambriento ansío.
Eres el aire puro que respiro.
¡Eres sin más, el TODO que yo anhelo!.
Elúltimoromántico.

domingo, junio 03, 2007

 

La jardinera+Cristo+Buda (2)

No se trata de una enfermedad que afecte únicamente al cristianismo. Buda predica el ahimsa, el antiquísimo precepto hindú que obliga a abstenerse de cualquier tipo de violencia, y es vegetariano, al igual que todos sus monjes. En la visión del budismo, matar a un animal es poco menos grave que matar a un hombre. Sin embargo, hoy son pocos los monasterios budistas que siguen siendo vegetarianos. La justificación es que los animales no mueren a manos de los propios monjes. Pero Buda no impuso nunca a nadie que no comiera carne; sólo pidió a sus monjes que se abstuvieran de hacerlo.
En su "libro de las 4000 palabras" (el Tao Tê-king), Laozi explica cómo sólo se puede recorrer el "camino del cielo" a condición de caminar sin esfuerzo, abandonando cualquier actividad interior, renunciando a describir el mundo, para no quedar después prisioneros de nuestra propia descripción. El suyo es un mensaje potentísimo de transformación de la conciencia, del que se halla ausente cualquier forma o presunción de culto. No habría dado crédito a sus ojos ante los templos y las ceremonias del taoísmo en los siglos posteriores, y se habría desternillado de risa al verse a sí mismo adorado como una divinidad en efigie, en las estatuas colocadas en los altares. Para enterrar el mensaje de un maestro, nada parece más eficaz que transformarlo en una religión.
Hipocresía: diosa madre. Parece imposible que las religiones puedan sustraerse a ella, por muchas razones. La naturaleza humana está hecha de luces y sombras: la mezquindad se mezcla con la generosidad, el deseo carnal va acompañado de la capacidad de contemplación distante, el potencial de odio del de amor. se puede proponer, pero no imponer, un modelo de comportamiento elevadísimo, como el de un Cristo o un Buda. No se puede imponer, por ejemplo, la no violencia o la castidad. Es una conciencia personal, adquirida con la experiencia y la maduración interior, la que lleva al individuo a superar tanto la violencia física como la psíquica, o esa otra forma universal de violencia que es la afirmación del propio interés en perjuicio de los demás. Es el conocimiento del amor el que transforma el sexo, de puro ejercicio del instinto, en danza extática, o el que lleva a algunos a trascenderlo. Pero sólo se puede llegar a ello por uno mismo; no se puede obligar a nadie a entenderlo así. Si se enseña a las personas que el cuerpo es un saco de inmundicia, del que avergonzarse, y que el sexo es una degradación de la naturaleza humana -un tema muy caro a numerosas religiones-, y si se trasmite este discurso a las jóvenes generaciones con toda la fuerza de presión que pueden ejercer las convenciones sociales y la autoridad constituida, reprimiendo así no sólo un impulsa biológico esencia, sino también un instinto gozoso y un impulso vital, se obtendrán seres humanos desorientados y empobrecidos, disociados por la contradición entre lo que querrían hacer y lo que se les dice que hagan, dispuestos a fingir y a mentir para salir del apuro, cargados de sentimientos de culpa en sus relaciones sexuales. Bajo el impulso de estos condicionamientos, muchos se sienten culpables ya ante la sola idea de poder ser felices, por lo que ni siquiera tratan de saber qué podrían hacer para alcanzar la felicidad. Al prescribir modelos éticos extremos, y patentemente contra natura en el caso de la sexualidad, las religiones no promueven la busqueda espiritual, sino el control social: no generan santos, sino hipócritas.
(continuará)
La ciencia de la felicidad. Francesco y Luca Cavalli-Sforza

sábado, junio 02, 2007

 
La música debe elevar el alma por encima de sí misma,
debe hacer que se engrandezca por encima de su sujeto y
crear una región donde, libre de toda ansiedad, pueda
refugiarse sin obstáculos en el puro sentimiento de sí misma.

Hegel

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