domingo, marzo 30, 2008

 
SCHUBERT (5 de 6)
Grandeza de los humildes. Qué candor en la confesión, qué pureza en el canto. Parece que nunca se tomara en serio y que, sin embargo, la seriedad le fuera natural, como a algunos niños, hasta el punto de que nunca pudiera, ni siquiera en el juego o la diversión, deshacerse por completo de ella.. ¿Quié mejor que él ha sabido decir el fracaso de nuestra vida, su más o menos, y no obstante su insoportable belleza? ¿Quién habla mejor a nuestras decepciones, anuestras angustias, anuestras fatigas? Y siempre sin la menor malicia, sin el menor resentimiento, sin el menor rencor ( Schubert por sí mismo, es una refutación de Nietzsche :muestra que la verdadera grandeza no está del lado de la voluntad de poder, sino del lado de la debilidad confesada y perdonada). La rebeldía no es su fuerte, ni tampoco el combate. O bien ya ocurrió el combate, ya se perdió o ganó y eso viene a ser lo mismo, nada de odio. Nada de cólera. Dolor y dulzura, misericordia y paz. Nuestra vida malograda, fallada, equivocada, es lo que hallamos en Schubert y al mismo tiempo la ternura que nos ayuda a soportarla. Sin duda Mozart es aún más precioso, porque supo decir la perfección luminosa de todo ("Por perfección y realidad -decía Spinoza- entiendo la misma cosa": eso es mozartiano ), la levedad de existir, el milagro de vivir o amar..Mozart es músico de la gracia: todo cuanto toca tiene éxito, incluso el fracaso, incluso la muerte, en Schubert, en cambio, se podría decir que todo fracasa, incluso el talento, incluso el genio. Parece que entendiera por realidad la imperfección de existir. Hay elementos biográficos que pudieron influir, que debieron influir. La pobre vida de Schubert, si se piensa en ello... Pero no es su prisionero. Qué grandeza es su música, qué elevación, qué potencia a veces (en la Incompleta, en la Fantasía del caminante...), qué nobleza siempre. Su última sinfonía, la bien nombrada ( La Grande, en Sol Mayor), es una de las más bellas del repertorio, y , sin duda, con la Novena de Beethoven, la que más me emociona. Todo allí es canto y danza, gracia y coraje. Es un himno a la naturaleza, a la belleza, a la vida: una sinfonía a la vez heroíca y comtemplativa, trágica y feliz. Schubert nunca la escuchó (la rechazó la Sociedad de Música de Viena), y somo millones los que no nos consolamos de esta injusticia entre tantas otras más graves. Y después esa muerte, tan obvia y atrozmente prematura (mucho más que la de Mozart, que parecía haberlo dicho todo)... Cuando se advierte la increíble fecundidad de los tres últimos años, esa acumulación inaudita de obras maestras -los dos últimos cuartetos, los lieder del Viaje de invierno, los del Canto del cisne, los dos tríos, los impromptus, la Fantasía para violín y piano, la Sinfonía en sol, la Fantasía en fa menor, para piano a cuatro manos, la Misa en mi bemol, los Klavierstücke, El pastor en la roca (quizás su lied más bello, en todo caso el que prefiero), el Quinteto para dos violoncelos, las tres últimas sonatas para piano -, no se puede dejar de soñar en lo que pudo haber seguido, en lo que debió seguir. Schubert murió a los treinta y un años, Mozart, a esa edad, aún no comenzaba La Flauta Mágica ni sus tres últimas sinfonías, ni su gran Trío para cuerdas, ni el Concierto para clarinete, ni los últimos quintetos ni el vigésimo séptimo Concierto para piano.
André Comte-Sponville. Impromptus

Comments:
¡Bien por Schubert!
Manolito, no nos dejes sin el 6 de 6. Ni por el siguiente tema que nos "prometiste".
Hacefalta.
 
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