miércoles, marzo 26, 2008

 
SCHUBERT (4 de 6)
Es el mismo Schubert que está en las últimas obras para piano, más desnudo. Ya me refería al andantino de la Sonata en La mayor. Pero ¿Qué decir del andante de la Sonata en si bemol? Quizá Schubert nunca estuvo tan triste: hay solo desolación, soledad, aabandono... Canta siempre, sin embargo, canta maravillosamente, como en un murmullo, y la tristeza se torna más leve, casi se la olvida, vuelve a empezar como si la desgracia se volviera coraje ("La desgracia es el único estimulante que nos queda", escribió Schubert en una carta), como si el cansancio se tornara reposo... Comparemos, en fin, para no salir de los movimientos lentos, sus dos tríos para piano, tan populares, tan merecidamente populares. Los andantes son de un espíritu muy diferente: de enorme levedad el primero, de tremenda gravedad el segundo. En uno canturrea la vida, sueña, se pasea... En el otro camina la muerte, que viene, y la vida sólo es su sombra, su compañera, su confidente... pero una misma paz los aproxima, una misma dulzura, como una absolución prostera a eso que nos arrastra, que nos hace vivir, que nos destroza... No alcanza a felicidad. Pero tampoco es completa desgracia. En el op. 99 se recuerda una frase de Montaigne, una de las más bellas: "Es tan tierno que la vida sea tan fácil de perturbar...". Schubert es el músico de esa ternura. En el op. 100 se recuerda más bien a Stig Dagerman: "Es imposible saciar nuestra necesidad de consuelo". Schubert es el músico de ese imposible.
Sse equivocaría, sin embargo, quien lo encerrara en la afectividad, la emotividad, en el pathos. En él no hay sensiblería alguna. Su música es interior antes que sentimental, de una interioridad abierta. Compone para sus amigos (es el espíritu de las famosas Schubertiadas ), compone para todos nosotros, para "los que gozarán con ella", como dice, ¿y qué razón mejor? Música pura: música verdadera. Pero no es música replegada sobre sí misma, encerrada en sus investigaciones, en sus hallazgos... la técnica está al servicio de otra cosa y es otra cosa lo que se escucha. ¿Qué? La belleza, la verdad, el placer, aunque sea doloroso. Por eso Schubert nos concierne, por eso nos ayuda a vivir, a vivir a pesar de todo y mejor. No aumenta nuestro sufrimiento; más bien lo aligera. No agrega desgracia a la desgracia, angustia a la angustia: enseña a soportarlas, a superarlas, a veces a liberarse de ellas. No nos estorba con su ego; nos aligera del nuestro. Nunca es opresivo, jamás ahoga. Su música respira y esta respiración es el mundo, es la vida, es todo. Der Wanderer ... Schubert compen como se viaja, como se pasea, como uno se detiene a veces... En sus mejores momentos -especialmente en el movimiento lento del Quinteto en do - alcanza lo absoluto, diríase que allí se instala, que allí descansa, que encuentra una especie de salvación, allí donde todo se funde, allí donde todo es uno: la eternidad en el presente, la vida en la muerte, el amor en la soledad, la serenidad en la desesperación... ¿Quién ha ido más lejos? ¿Quién más cerca de lo esencial? ¿Más cerca del silencio? ¿Más cerca de la dicha? ¿Quién más sobriamente, más simplemente, más tiernamente? Y casi siempre (en su música de cámara, en su música para piano, en sus obras vocales u orquestales...), esa perfección del canto, esa levedad herida, esa emoción exquisita y grave... Siempre se exaltan sus lieder, y por buenas razones: es el único género donde sin duda es el primero. Pero aún me gusta más cuando hace cantar a las cuerdas (por ejemplo en el Cuarteto numero 13) , a los vientos (e el Octeto, en las sinfonías...) o, sobre todo, al piano, que hace cantar como nadie lo ha hecho. Los impromptus son lieder para piano solo, como los Momentos musicales, como los Klavierstücke. como si la melodía invadiera todo, sublimara todo, liberara todo... La escritura, sin embargo, es sabia, innovadora. Pero eso no se advierte, eso no se debe advertir. Hasta en sus obras más ambiciosas mantiene algo de informalidad, de familiar, (esas notas de canción, de súbito, en La muerte y la doncella...), como si cada vez improvisara, como si siempre hubiera algo más importante que la música, como si la música sólo valiera por aquello a lo que sirve y la contiene, el mundo inmenso y bello, la vida frágil y grave, la vida tan sencilla y tan difícil, la vida solitaria, la vida dolorosa, la vida mortal...
André Comte-Sponville. Impromptus

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