miércoles, enero 16, 2008

 

Sólo con que nombre a Debussy, de los tres el más ilustre, se adivinará, no lo dudo, que al hablar de él aquí, piénsolo hacer, paralelamente, de Ravel y de Erik Satie, ya que en sí cada uno de estos "raros" de la música y sin detrimento de su respectiva originalidad, se ofrece en su arte, a nuestro análisis, como el consciente reflejo y a la vez matiz complementario del arte afín de sus dos congéneres y amigos...mientras no dejaron de serlo. Mas no anticipemos, reservándonos el relatarlas en otro artículo, ulteriores y lamentables incidencias que engendrando suspicacias y fútiles recelos en ese brelan de susceptibilísimos ases, los desunieron ¡ay! para siempre, malográndose así una firme amistad que nada presagiaba pudiera tornarse jamás quebradiza.
Tuvieron además de común esos tres creadores, el privilegio, tan poco frecuente, de asistir, en plena vida, al orto y afianzamiento de su propia fama, si bien con esto de especial: que Satie, quien por su prioridad de precursor harto antes la merecía, fue precisamente el que más tardó en alcanzarla, desquitándolo ella misma, cierto es, de su injusta demora, con lo ruidoso y fulmíneo de su advenimiento, todo al contrario de la de Ravel que, acudiendo mañanera, lo escoltó ya desde joven- cual sigue felizmente haciéndolo- con vuelo aunque pausado, progresivo, y en fin, situándose entre ambos extremos la de Claude Debussy, silenciosa y semioculta hasta el año de 1902, para entonces estallar en triunfal trompeteo al darse, el 11 de enero, la primera audición del álbum Pour le Piano y cuando se estrenó, tres meses después, Pelléas y Mélisande.
Ricardo Viñes. Art. para el suplemento literario del diario La Nación. 11 de febrero de 1934
C. Debussy. Rapsodia para saxofón y orquesta

Comments:
Sabrosísimas tus andanzas por el Koldo.

Jé, una que me ahorro.
 
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