jueves, diciembre 13, 2007

 
POR QUÉ NO SOY CRISTIANO ( 5 de 15)
El argumento de la ley natural
Luego hay un argumento muy común derivado de la ley natural. Fue el argumento favorito durante el siglo XVIII, especialmente bajo la influencia de Sir Isaac Newton y su cosmogonía. La gente observó como los planetas giraban en torno al sol, de acuerdo con la ley de gravitación, y pensó que Dios había dado un mandato a aquellos planetas para que se movieran así y que lo hacían por aquella razón. Aquélla era, claro está, una explicación sencilla y convincente que evitaba el buscar nuevas explicaciones a la ley de gravitación en la forma un poco más complicada que Einstein ha introducido. Y no me propongo dar una conferencia sobre la ley de gravitación, de acuerdo con la interpretación de Einstein, porque eso también llevaría algún tiempo; sea como fuere, ya no se trata de la ley natural del sistema newtoniano, donde, por alguna razón que nadie podía comprender, la naturaleza actuaba de modo uniforme. Ahora sabemos que muchas cosas que considerábamos como leyes naturales son realmente convencionalismos humanos. Sabemos que incluso en las profundidades más remotas del espacio estelar el metro sigue teniendo cien centímetros. Eso es, sin duda, un hecho muy notable, pero no se le puede llamar una ley natural. Y otras muchas cosas que se han considerado como leyes de la naturaleza son de esa clase. Por el contrario, cuando se tiene algún conocimiento de lo que los átomos hacen realmente, se ve que están menos sometidos a la ley de lo que cree la gente y que las leyes que se formulan no son más que promedios estadísticos producto del azar. Hay, como es sabido, una ley según la cual en los dados sólo se obtiene el seis doble aproximadamente cada treinta y seis veces, y no consideramos eso como la prueba de que la caída de los dados esté regulada por un plan; por el contrario si el seis doble saliera siempre, pensaríamos que hay un plan. Las leyes de la naturaleza son así en gran parte de los casos. Hay promedios estadísticos que emergen de las leyes del azar; y eso hace que la idea de la ley natural sea mucho menos impresisonante de lo que era anteriormente. Y, aparte de eso, que representa el carácter temporal de una ciencia que puede cambiar mañana, la idea de que las leyes naturales implican un legislador se debe a la confusión entre las leyes naturales y las humanas. Las leyes humanas son preceptos que le mandan a uno proceder de una manera determinada, preceptos que pueden obedecerse o no; pero las leyes naturales son una descripción de cómo ocurren realmente las cosas y, como son una mera descripción, no se puede argüir que tiene que haber alguien que les indicó que actuasen así, porque, si arguyéramos tal cosa nos enfrentaríamos a la pregunta:"¿Por qué Dios hizo esas leyes naturales y no otras?". Si se dice que lo hizo por su propio gusto y sin ninguna razón, se hallará entonces que hay algo que no está sometido a la ley, y por lo tanto el orden de la ley natural se quiebra. Si se dice, como hacen muchos teólogos ortodoxos, que en todas las leyes divinas hay una razón de que sean ésas y no otras -la razón, claro está de crear el mejor universo posible, aunque al mirarlo uno no pensaría eso jamás-, si hubo alguna razón por la que Dios diese esas leyes, entonces el mismo Dios estaría sometido a la ley y, por lo tanto, no hay ninguna ventaja en presentar a Dios como un intermediario. Realmente, se tiene una ley exterior y anterior a los edictor divinos y Dios no nos sisrve porque no es el último que dicta la ley. En resumen, este argumento de la ley natural ya no tiene la fuerza que solía tener. Estoy realizando cronológicamente mi examen de los argumentos. Los argumentos usados en favor de la existencia de Dios cambian de carácter con el tiempo. Al principio, eran duros argumentos intelectuales que incorporaban ciertas falacias bien definidas. Al llegar a la época moderna, se hicieron menos respetables intelectualmente y estuvieeron cada vez más influidos por una especie de vaguedad moralizadora.
Bertrand Russell

Comments:
Como dijo Enrique VIII a sus esposas: Seré breve.
Ahora estoy espeso, aunque Russell no tenga la culpa de que en este capítulo su texto me lo parezca.
Son las 4,30 h. pero me bajaré al barro.
Pienso que no es preciso entrar al trapo -aunque entraré- bastaría con negar la mayor.
Me parece ridículo hablar de "leyes naturales" cuando son conceptos contrapuestos. Las leyes son siempre artificiales.
Por otra parte, y respecto a los dados y la estadística, se aprueban grandes falacias (aviso que la estadística siempre se me atragantó).
En cada tirada, todas las caras tienen las mismas probabilidades de salir. Por tanto, en cien tiradas, pudiera repetirse el mismo número. (Aquí, he de confesar que tengo alguna duda, pues creo que hay alguna razón por descubrir que lo impide).
Y ya para terminar, creo que un metro puede contener los centímetros que nos de la gana. Es una cuestión de ponernos de acuerdo.
Juer Nachete, que poco filósofo has estado hoy. Has criticado sólo conceptos "tangibles".
 
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