domingo, noviembre 11, 2007

 
El taxi frenó en la esquina de la diagonal, empujando hacia el chofer el cuerpo de la mujer de pelo amarillo. La cabeza, doblada, quedó mirando la carta azul que le separaba los muslos. "Nos devolveremos el uno al otro como una pelota, un reflejo..."
Mientras suspiraba, "nos devolveremos el uno al otro", sorprendió el nacimiento del gran letrero rojizo.
Una mancha de sangre: Bristol. En seguida el cielo azuloso y otro golpe de luz: Cigarrillos importados. Nuevamente el cielo. En la cruz de las calles las enormes letras golpeaban el flanco del primer rascacielos, su torre escalonada. Bristol, el aire, cigarrillos, pequeñas nubes. Los golpes rojos se corrían por las azoteas desiertas, manchando fugazmente el gris hosco de los petriles.
Juan Carlos Onetti. Tierra de nadie

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