domingo, noviembre 25, 2007

 
Cuando el tren mixto descendente número 65 (no es preciso nombrar la línea) se detuvo en la pequeña estación situada entre los kilómetros 171 y 172, casi todos los viajeros de segunda y tercera clase se quedaron durmiendo o bostezando dentro de los coches, porque el frío penetrante de la madrugada no convidaba a pasear por el desamparado andén. El único viajero de primera que en el tren venía bajó apresuradamente, y, dirigiéndose a los empleados, preguntóles si aquel era el apeadero de Villahorrenda.
Benito Pérez Galdós. Doña Perfecta

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