domingo, agosto 05, 2007

 


En estos años, se escucha- o acaso se oye más que se escucha- mucha música de Offenbach. La vie parisienne figura en todas las discotecas. Antal Dorati instrumentó algunos fragmentos de Barba Azul, para acompañar la acción de un ballet. Hay una reciente grabación de La gran duquesa de Gerolstein. ¿Y quién, en esta época, sería incapaz de tararear la "Barcarola" de Los cuentos de Hoffmann?... Sin embargo, fuera de lo que podría leerse en las cubiertas de discos, se sabe muy poco acerca de la vida de Offenbach. Imposible sería hallar una biografía suya en una historia de la música. Y es que el hombre Offenbach, el compositor Offenbach, constituye un "caso" en la historia artística del siglo XIX; un caso cuyo estudio nos llevaría a las fronteras de la sociología, por cuanto viene a definir el espíritu de una sociedad -la del Segundo Imperio francés- en una época determinada.

Un número reciente de Match, nos ofrece un reportaje retrospectivo acerca de la vida de ese hombre dotado de una suerte fabulosa. Tenía catorce años, cuando se presentó al austero Cherubini, que era entonces el director del Conservatorio de París. Y ocurrió algo insólito : Cherubini, que detestaba a los extranjeros, a pesar de serlo por el nacimiento ; el maestro que, veinte años antes, había vedado, la entrada del Conservatorio a Liszt, por estimar que no tenía talento, se entusiasmó ante un manuscrito de Offenbach, haciéndolo ingresar en la clase de composición... Pero poco le fue agradecido el favor: Después de un año de estudios, el joven músico ingresaba en una orquesta de café para ganarse el sustento. Y un buen día, un valsecillo titulado Rebeca le abrió las puertas de todos los salones de París.

Offenbach se volvió entonces hacia la Opera Cómica. Pero, viendo que allí encontraba resistencia, pasó al campo de la opereta. En 1857, hace exáctamente cien años, su Orfeo en los infiernos lograba el más estruendoso triunfo que se hubiera visto en lo que llevaba el siglo transcurrido. Después vinieron La Bella Elena, Barba Azul, La gran duquesa de Gerolstein, operetas estrenadas siempre a teatro lleno, aplaudidas por monarcas, princesas, diplomáticos, y hasta por el zar de todas las Rusias, venido especialmente a París para aclamar al músico. Y con todo ello, las giras por Europa; la presentación en las cortes; la gloria y el dinero. Sobre todo el dinero, que Offenbach ganaba en cantidades increíbles.

No vamos a negar que, como música ligera, la de Offenbach era excelente y aventajaba la que escribían casi todos sus contemporáneos para los escenarios frívolos. Lo incomprensible está en que la sociedad del Segundo Imperio, extraviada por su propia ligereza de espíritu, no estableciera el menor distingo entre su música y la que producían, en aquel momento, ciertos compositores destinados a la inmortalidad. La sobrestimación de Offenbach llegó a tales extremos que sus éxitos fueron una causa determinante del fracaso de Richard Wagner en París. " Menos mal que Alemania nos ha dado un Offenbach" - decían, muy seriamente, algunos de los que más habían silbado en el estreno de Tannhäuser. ¿ Offenbach opuesto a Wagner? El hecho es histórico. Y nos da una triste idea de aquel público de hace un siglo, para el cual la frivolidad se erigía en norma de vida, haciéndole preferir la famosa "Cuadrilla" de Orfeo en los infiernos a la gran página sinfónica y vocal del Venusberg.

Pero los triunfos fácilmente logrados suelen volverse, cuando menos se piensa, contra el favorecido. Al estrellar la guerra de 1870, Offenbach realizó una gira a los Estados Unidos, donde, según se observa en un Diario de viaje que cayó casualmente en nuestras manos, el desdeñoso alemán no entendió nada de lo que veía o podía escuchar. Tenía frases crueles para los minstrels negros, antecesores del jazz... A su regreso a Europa comprendió que el público, de pronto, le volvía las espaldas. Para reconquistarlo, escribió Los cuentos de Hoffmann, su obra más ambiciosa. Pero era demasiado tarde ya. La muerte tocaba a su puerta.

Alejo Carpentier. Artículo para El Nacional, Caracas, 20 de Noviembre de 1957

J.Offenbach. Los cuentos de Hoffmann


Comments:
Está claro que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Claro que al final se le debió ir la mano. Aún y todo, vaya suerte que tuvo, sí.
Animo esta semanita que para el jueves va a lucir un sol que te va a parecer estar en Cádiz, verás.
Géminis
 
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