jugandoconmanolito

En el año 313, el cristianismo es aceptado oficialmente entre las religiones del imperio. Sobre la efigie del dios solar, que adorna los escudos de los soldados romanos, se imprime el signo de Cristo. Un año después, en el 314, el concilio de Arles amenaza con la excomunión a los cristianos que deserten. Pronto los jefes supremos del ejército serán cristianos. La nueva religión se pone al servicio de la unidad del imperio, y la guerra se hace santa. Los perseguidos de antaño se convierten, en poco tiempo, en los nuevos perseguidores; sus primeras víctimas son los donatistas, herejes del norte de Africa: la persecución se inicia en el 317. Entre los años 391 y 392 se prohíben los demás cultos, y el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio. La represión se extiende a los paganos. En el 396, monjes cristianos dirigen a los godos a la destrucción de Eleusis, sede, durante más de un milenio, de los misterios más sagrados de la Antigüedad clásica. En el 416, un edicto imperial excluye del ejército a los no cristianos. Durante mas de 1500 años, la Iglesia promoverá guerras, cruzadas y exterminios de disidentes a gran escala. Papas y otros prelados guiarán a los ejércitos. Varios misioneros cristianos participarán en el genocidio de los amerindios. volverá la esclavitud, que había sido abolida: se considerará lícito reducir a ella a los negros africanos, así como a los aborígenes de cualquier parte del mundo a la que lleguen los conquistadores europeos, ya que se les considerará infrahumanos. Por lo demás, el estado del Vaticanono ha abolido nunca la pena de muerte, aplicada en el pasado también a espíritus libres, como Giordano Bruno, aunque la ocupación de Roma por las tropas italianas pusiera fin a las ejecuciones. Todavía en 1969, el arzobispo de Nueva York bendecía a los soldados estadounidenses que partían hacia Vietnam. Para ser fiel al espíritu del cristianismo, más bien debería haberlos excomulgado. ¿Qué tiene que ver Jesucristo con todo esto?.

continuará....

La ciencia de la felicidad. Francesco y Luca Cavalli-Sforza