lunes, mayo 21, 2007

 

La figura de Anna Pávlova está unida , para mí, a recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Me parece verla aún, en su camerino del Teatro Nacional de La Habana, increiblemente delgada, casi inmaterial, hablando con su voz grave y musical que parecía venir de muy lejos y demoraba en la suave inflexión de los diminutivos rusos. Era de pequeña estatura, y sin embargo, cuando aparecía en escena, su espigada silueta crecía sobre la verticalidad de las zapatillas, y su personalidad devoraba cuanto la rodeaba. Además de la Muerte del cisne tenía dos creaciones-"entomología coreográfica" dijo un crítico mal intencionado-que promovían el mismo entusiasmo en el público: una Libélula y una Mariposa con música de Drigo. Otra de sus grandes creaciones, que bailaba por aquel entonces con Volinine, era la Bacanal de otoño de Glazounov: baile en que el cuerpo austero de la danzarina se hacía, de pronto, el espíritu de la alegría, con tan dionisiaco desbordamiento de júbilo, que no podía menos que pensarse, al verla, en las páginas más eufóricas, más "alcionenses", de Nietzsche.
Alejo Carpentier. Art. para El Nacional, Caracas, 23 de agosto de 1951
Alexander Glazounov. Concierto para violín en la m. op.82

Comments:
Tengo que ir alguna vez a ver un ballet, pero no sé por qué, siempre me da pereza. A ver si este año...
Géminis
 
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