lunes, febrero 05, 2007

 
El jardín de María

El hombre, de negro, sentado en una silla negra. La mujer, de blanco, sentada en una silla blanca. Uno frente al otro. No se miran. Dirigen su mirada hacia un punto indefinido del suelo. Pasan varios minutos y la situación no cambia, sino que se acentúa, al hombre, que está a nuestra izquierda se le remarcan las sombras oscuras del rostro y el aire que le rodea se enturbia, parece como si anocheciera. Contrariamente, a la mujer, la claridad que ya poseía su rostro se vuelve más luminosa y su entorno es límpido como un rayo. Transcurre el tiempo y siguen sentados impávidos en idéntica postura, pero nos cuesta distinguirlos, ya que el hombre se nos aparece como una figura gris en un entorno ya totalmente negro y la mujer aparece recostada, casi blanca, sobre un espacio níveo, cegador. A los pocos instantes ya sólo tenemos frente a nosotros dos manchas, una negra a la izquierda y otra blanca a la derecha. Si nos alejamos un poco, veremos las dos manchas sobre un lienzo apoyado en un caballete. Si damos nuevamente marcha hacia atrás veremos al pintor enfadado, gruñendo e insatisfecho con las figuras anteriormente dibujadas a las que finalmente hizo desaparecer con un brochazo de pintura negra a la izquierda y blanca a la derecha, pero nuestra curiosidad nos vence y seguimos dando marcha atrás y entonces vemos por detrás del lienzo y caballete, ocupando toda la pared frontal una inmensa mancha de color negro a la izquierda y a su lado una inmensa mancha blanca.



Comments:
Muy bonito, sí señora.

Yo sigo, como muy bien sabes, con el lazo verde colgao de mi campana.
 
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