miércoles, enero 31, 2007

 


Nada austero en su trato, aunque muy hostil a quienes se valían de su sistema para ocultar alguna incapacidad creadora, Arnold Schönberg tenía una entrañable amistad con George Gershwin, cuya música de jazz le encantaba. Rejuvenecido por su encuentro con un nuevo modo de vivir, a poco de llegar a California, Schönberg se había aficionado a los deportes, y se mostraba con una increíble lozanía de ánimo. Un día, llegó tarde al club donde jugaba regularmente al tenis con Gershwin:

-Me perdonará Usted si le hice esperar un poco.... pero.... es que mi esposa, ¡acaba de darme un hijo!

-¡Lo único que faltaba! -exclamó Gershwin, alzando los brazos al cielo con cómica indignación.

Y fue Schönberg quien , poco tiempo después, pronunciaría la oración fúnebre de Gershwin, con palabras profundamente emocionadas. El mentor del grupo de la Mittel Europa, el venerado maestro de Alban Berg, hallaba gran placer en la música de Porgy and Bess. Lo que demuestra que un cierto hedonismo, una inteligente comprensión del talento menor, no son incompatibles con el genio.

Art. de Alejo Carpentier para "El Nacional", Caracas, 20 de julio de 1957.

G.Gershwin. Un americano en París.


Comments:
¡ Que lástima que Gershwin no llegara a los 4o años!. Lo que nos hemos perdido de oir. Muy bien el concierto de ayer, jugandocon...
 
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