domingo, septiembre 30, 2007

 

Los viajes de Manolito

Es Brasil pais de emigrantes, de una emigración distribuida en función de los paises de origen. Las localidades situadas en la parte sur del pais, en dirección a Uruguay recibieron en la segunda mitad del siglo XIX a una generosa emigración procedente de Alemania. Granjeros y agricultores centroeuropeos encontraron el las cercanías de Florianópolis un paisaje que recordaba vagamente a su Alemania natal. Campos ricos, ríos de gran tamaño, lluvias abundantes y espacios amplios deshabitados. En esta zona un pequeño grupo de germanos edificó la localidad de Blumenau. Pasados siglo y medio, Blumenau es una cómoda localidad de 300.000 habitantes, construida alrededor de un caudaloso río y que recuerda a las ciudades alemanas. Casas de madera, cervecerías, calles rotuladas en alemán, y esta idioma presente en las calles, en los carteles, en los apellidos de los dueños de las tiendas. Como un pequeño teatro de provincias alemán, la colectividad de Blumenau construyó su teatro. Pequeño -no mas de 800 localidades- y recordando los teatros de nuestra infancia, parecía más un cine de barrio que una sala de conciertos, pero el público llenó y disfrutó con la seriedad que siempre ha caracterizado al espectador centroeuropeo. Tras la música la cerveza, en la Bierstube más conocida del centro, buena comida , música en vivo y esa cerveza brasileña que fue otro de los grandes descubrimientos del viaje, Antarctica, Bavaria y Brahma no envidian a marcas más conocidas. Y para los aficionados al surf, los alrededores de Florianopolis, 250 km de Blumenau, en la costa, se muestra como el gran centro sudamericano de este deporte. Olas de gran tamaño en playas bellísimas de arenas blancas. Un aliciente más para recomendar el viaje a esta parte del Brasil menos turístico.
Teatro Carlos Gomes. Blumenau (Brasil)

 
Este relato comienza con el amanecer sobre un pequeño puerto del sur, algún tiempo después de terminada nuestra guerra civil.
El mar resultaba liso, con un encendido color de cobre, según el sol comenzaba a caldearlo en el horizonte, y allí, en una línea roja, se confundió por unos minutos con el cielo, hasta que la luz lo invadió todo de manera que el agua resultaba de un azul plata, debajo de un firmamento apenas velado por el calor, y en su superficie podían distinguirse algunos barcos pesqueros, inmóviles, y la silueta de un vapor, cada vez más definida, porque se acercaba al puerto, conducido por el práctico.
Carmen Laforet. La llamada

miércoles, septiembre 26, 2007

 

Los viajes de Manolito
Cuando los ricos de Sao Paulo decidieron entretener algunas tardes de cada mes alrededor de la música clásica encontraron preocupados que carecían de un lugar adecuado, estéticamente aceptable y cercano a sus mansiones. La solución al problema se resolvió readaptando la estación de tren Julio Prestes, que, aunque construida para tal fin, nunca fue utilizada. Unos cuantos millones de reales brasileños les permitieron crear la más hermosa sala de conciertos de América del Sur. Bella, cálida y dotada de una magnífica acústica, la sala construida sobre las vías de tren nos acogió los pasados días 11 y 12 de este mes de septiembre. A las ocho de la tarde, los acomodados paulistas se acercan a la Sala, en cuyo restaurante cenan copiosamente. Tras el café, el concierto empieza a las nueve, ¡ o más o menos a las nueve!. En la pausa, treinta minutos, que dedican a continuar sus charlas, tomar un ponche y quizás comer algún dulce, el concierto continúa con menos público que al comienzo- quizás problemas de digestión- hasta su término. Cercanos a medianoche, los paulistas acomodados se encuentran cansados y no requieren más que una propina. Con inusitada rapidez acceden a sus coches, sortean los controles policiacos y enfilan avenida adelante a sus mansiones hiperprotegidas con sus seguratas, cancelas de doble puerta, cámaras de televisión y verjas electrificadas donde podrán dormir endulzados por las bellas melodías de Brahms, Tchaikovski o Rachmaninov. Durante 15 días recorrimos salas de concierto de Brasil y Argentina, en ningún caso excepto en la enorme y hermosa ciudad de Sao Paulo la lucha pobreza-riqueza fue tan marcada y la sensación de ser sólo carne de entretenimiento fue tan acusada. Si la música amansa a las fieras , más valdría haber tocado a las puertas de la estación y ofrecer a los drogadictos y borrachos de la zona, la llaman cracolandia, un poco del placer que sólo los más pudientes disfrutaron.
Sala Sao Paulo- Estaçao Júlio Prestes ( Sao Paulo, Brasil)

 
Tres autobuses diarios cubren los nueve kilómetros de trayecto Almería-El Alquián. La carretera está alquitranada hasta Níjar y , a la salida de la ciudad, una bifurcación paralela a la N-340 lleva a los baños de Sierra Alhamilla, en cuyo balneario, actualmente derruido, acostumbraban a reposar sus fatigas los ricos ociosos de la capital. El autocar toma el camino de Níjar dejando atrás las últimas casuchas del suburbio almeriense. Mi vecino es hombre de una cuarentena de años, moreno y enjuto. Cuando le ofrezco de fumar me pregunta si soy extranjero. Le respondo que soy de Barcelona y pronuncia unas palabras en catalán.
Juan Goytisolo. Campos de Níjar

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